Javier
Riojas R.
Iniciar una
reflexión sobre algún aspecto relacionado con Latinoamérica
siempre supone una serie de riesgos que es preciso esclarecer. Las
grandes dimensiones geográficas de la región, la diversidad de
paisajes, ecosistemas, contextos biofísicos del continente, hacen
difícil pensar en una unidad relativamente homogénea desde el punto
de vista exclusivamente de sus características naturales. Por otro
lado, el tipo de relación que los habitantes de la región han
desarrollado con respecto a ese medio, es decir, los recursos
naturales, ha dado lugar a una gran diversidad de culturas y procesos
socioambientales que, junto con la variedad de problemáticas
políticas y económicas nacionales y las ubicaciones geopolíticas
de los países, también resisten cualquier intención fácil de
generalizar y unificar desde el punto de vista socio político esta
realidad que llamamos América Latina. Sumando ambas dificultades,
encontramos que esta región que comparte significativas
características comunes (historia, lenguas, religiones, procesos de
subordinación, razas...), se presenta también como un mosaico de
procesos sociales y ambientales de muy diversa índole y como un
entramado de contradicciones de diverso signo, donde deterioro
ambiental y social no sólo parecen ir de la mano, sino a veces
acompañándose sinérgicamente, en un torbellino difícil de
aprehender y de encontrarle salida.
Así pues,
apuntadas estas dificultades, describiremos y analizaremos los rasgos
principales que tiene la crisis socioambiental latinoamericana, los
procesos generales que nos permiten comprender la situación de la
región como un todo, apuntando en su momento las especificidades. Se
enfatizará la relación que existe entre las características
naturales del espacio latinoamericano, los procesos poblacionales más
significativos y los proyectos o modelos de desarrollo articuladores
de los dos elementos anteriores, con la intención de acercarnos a un
diagnóstico integrado de la problemática. El espacio de este
trabajo impide el tratamiento exhaustivo del tema, por lo que la
pretensión final de éste es más bien la de orientar un tipo de
estrategia cognoscitiva del proceso latinoamericano, para valorar
ponderadamente la crisis ambiental y social del momento y dar algunos
datos y elementos ilustrativos de la misma.
EL ESPACIO
BIOFÍSICO
La
extensión territorial de Latinoamérica es de alrededor de veinte
millones de kilómetros cuadrados, dependiendo si se consideran o no
las islas del Caribe, ubicados en una franja de continente que va
desde los 30 grados latitud Norte hasta los 55 latitud sur. Una masa
de tierra que conglomera a los más distintos tipos de zonas
ambientales, que incluyen desde las típicamente antárticos o
subantárticos (en la parte más austral de Chile y Argentina) hasta
zonas francamente desérticas (como el desierto de Chihuahua en
México o el de Atacama en los Andes meridionales), pasando por las
inmensas masas vegetales húmedas de las selvas tropicales, las
grandes planicies llaneras, bosques templados en las áreas
subtropicales, selvas de todo tipo y un variadísimo contorno
altitudinal, le confieren a la región un patrimonio natural único
en el mundo en cuanto a su diversidad y riqueza.
Latinoamérica
es la región más húmeda del mundo. Sus ríos vierten al mar el 30%
del total de las aguas continentales que desembocan ahí; asimismo,
en el continente se encuentra la que se considera la región más
seca del orbe: el desierto de Atacama donde, se dice, nunca ha
llovido. Un refinado gradiente se encuentra entre ambos extremos,
configurando el espectro ambiental más original del mundo. Esta gran
diversidad de ecosistemas y habitats explican porque es el continente
latinoamericano la región de mayor diversidad biológica del
planeta, y también la zona de mayor incidencia de endemismo
(especies que solamente se encuentran en ese sitio) en el mundo.
Según las
estimaciones más recientes y confiables, se calcula en 180,000 el
número de especies vegetales habitantes del área, cifra que es
cuatro veces mayor que la del África tropical y Madagascar juntos,
dos de las regiones del mundo con más diversidad biológica. Aún
cuando no se conoce con la misma precisión la diversidad faunística
latinoamericana, se deduce, a partir de la asociación de especies
animales con las vegetales, que en Latinoamérica habitan también la
mayor cantidad de especies animales de todo tipo del planeta.
Seguramente, según los especialistas, la misma situación debe
prevalecer en lo que se refiere a peces de agua dulce; sólo en la
cuenca del Amazonas se han clasificado 2 mil especies distintas, dato
sin precedente en el mundo.
La
diversidad y riqueza de los ecosistemas costeros es también
relevante en el continente. La disposición longitudinal del mismo,
con la consecuente variación de temperaturas y corrientes marinas a
las que se ve expuesto, determinan que en América Latina se ubiquen
una inmensa variedad de regiones costeras de un gran valor ecológico
y económico. Así, un gran porcentaje del total mundial de los
manglares (zonas costeras claves para el desarrollo y reproducción
de especies marinas, anfibios, aves y terrestres) y arrecifes de
coral (ecosistemas de gran diversidad biológica y gran
vulnerabilidad), están localizados en aguas latinoamericanas.
Este crisol
de ambientes, ecosistemas y habitats que le confieren a Latinoamérica
una riqueza natural única en el globo, está pasando de ser el mayor
potencial de riqueza para el continente, a ser el tema de mayor
preocupación, no sólo dentro de las fronteras de los países del
área, sino también internacionalmente. A mediados de la década de
los noventa, cuando el tema de la globalización —en este caso
ecológica— está en cualquier agenda nacional o internacional, y
la asunción de la idea de que el planeta tierra es finalmente el
único y último patrimonio de la humanidad, la situación de los
recursos naturales y del medio ambiente en general,
independientemente de bajo la fronteras dentro de las que se ubique
el problema, es un asunto de interés internacional.
El estado
de salud en que se encuentran los recursos naturales de Latinoamérica
justifican de sobra una preocupación global; algunos indicadores
bastan para ilustrar esta situación:
El 50% del
total de áreas tropicales que se deforestan cada año en el planeta
es de bosques latinoamericanos; de los 11.3 millones de hectáreas
de bosques tropicales que se pierden actualmente, 5.6 corresponden a
selvas tropicales del área, esto es una superficie similar a la de
Costa Rica. Un panorama similar ocurre con las selvas medianas y
altas y con los bosques de coníferas, el ímpetu deforestador en
nuestra región también ahí se hace sentir.
En los
últimos treinta años, el área deforestada en Latinoamérica ha
sido de unos dos millones de kilómetros cuadrados, es decir, una
superficie equivalente a la del territorio mexicano. Este proceso de
deforestación, que en la mayoría de los casos es para abrir nuevas
tierras al cultivo o a la ganadería (tierras que no son aptas para
tales usos), es la principal causa de la pérdida de biodiversidad
en el continente. Como se sabe, la extinción de especies vegetales
o animales es fundamentalmente consecuencia de la modificación o
destrucción de sus habitats naturales; se alteran cadenas tróficas
o relaciones de mutualismo u otro tipo de asociación y a raíz de
la imposibilidad de adaptación al nuevo entorno, las especies
desaparecen.
Un gran
porcentaje de los ecosistemas costeros han sido modificados o
francamente destruidos a consecuencia de desarrollos turísticos,
urbanos o agrícolas mal planificados, que de diversas formas han
impactado negativamente en estos ambientes. Así, estos ecosistemas
de una gran importancia biológica y de un gran potencial económico,
muchas veces se pierden sin haber sido siquiera conocidos o
explorados; este es el caso principalmente de los manglares.
Se calcula
que más de un 10% del territorio latinoamericano se encuentra en
algún grado de erosión. Prácticas agrícolas inadecuadas y usos
del suelo mal planificados están ocasionando una alarmante y grave
pérdida de suelos cultivables, cuyo proceso de una eventual
recuperación es o muy costoso o muy prolongado. Esta situación
está íntimamente conectada con los tres fenómenos apuntados con
anterioridad.
Sin que
existan datos precisos pero con suficiente evidencia como para
afirmarlo, la proliferación de productos químicos o sintéticos,
tanto para la actividad agrícola como para la industrial urbana
viene provocando serios y a veces ocultos daños a la calidad de las
aguas para consumo humano o productivo, a la calidad del aire en
numerosos centros urbanos del continente y a alimentos sometidos a
procesos de producción, en los que utilizaran sin control los
pesticidas y agroquímicos. A la par de estos problemas, tales
productos químicos presentan serios riesgos tanto en su proceso de
producción como en el de su transportación y manejo.
Aunados a
estos problemas de corte fundamentalmente doméstico, los problemas
ambientales de talante típicamente global, y el eventual cambio
climático, la degradación de la capa estratosférica de ozono, el
tráfico internacional de desechos peligrosos y su depósito en
zonas de bajo control ambiental, la contaminación internacional de
mares y océanos y la proliferación de plantas nucleares sin el
debido monitoreo y control de su operación, se dejan sentir también
en diferentes grados en los distintos contextos del continente, sea
por los efectos que causan, o por las presiones y políticas
internacionales para controlarlos.
Este
panorama ambivalente, de una región con una gran riqueza y potencial
ecológico por un lado, y graves problemas de destrucción o
degradación de esa riqueza por otro, están íntimamente
relacionados con los procesos de corte socio-económico como son la
dinámica poblacional y las políticas de desarrollo de la región.
Sin la consideración de estos elementos, también cada uno de ellos
complejo, no se entendería ni se podría revertir el proceso de
debacle socioambiental del continente. Se tratará en seguida lo más
importante de cada uno de ellos.
LA DINÁMICA
POBLACIONAL LATINOAMERICANA
Para
entender la relación entre los procesos poblacionales (que incluyen
los estrictamente demográficos pero que no se agotan ahí) y los
vinculados con el deterioro ambiental en América Latina, habría que
considerar cuando menos cuatro rasgos importantes de los primeros:
El
crecimiento absoluto de la población, que de 1950 a 1990 aumentó
de unos 300 millones de personas a más de 450, lo 1990 aumento de
unos 300 millones de personas a más de 450, lo que proyectado
daría, de mantenerse el actual crecimiento demográfico, que en el
año 2000 habrá alrededor de 600 millones de latinoamericanos. Esto
trae aparejado un aumento en la demanda de recursos para satisfacer
las necesidades mínimas (que en la mayoría de los casos no se
logra) y un ocupamiento y transformación de áreas naturales ahora
ocupadas por centros de población cada vez mayores.
La
concentración de la población en determinadas áreas,
particularmente las grandes ciudades, que desequilibró la relación
entre distribución de la población y ubicación de los recursos
naturales, provocando una excesiva presión poblacional sobre las
zonas sobrepobladas.
Urbanización
de la población resultado de las grandes migraciones campo-ciudad y
entre centros urbanos, que llevó a un incremento en la demanda de
bienes y servicios, provocando un aumento sin precedentes en el
mundo en cuanto a la magnitud de este proceso. Asimismo se da como
proceso concomitante el auge de la actividad industrial en contados
y localizados centros industrializados del continente: ciudad de
México, Sao Paulo, Buenos Aires, Caracas, Santiago, como los más
resaltantes.
Abandono
de la población rural en lo referente a estímulos para la
producción y comercialización de sus productos, orillando a una
gran masa de habitantes del agro a avanzar en la apertura de tierras
al cultivo sobre terrenos no aptos para tal práctica (áreas
selváticas principalmente), reforzando este fenómeno el de
destrucción y mal uso de los recursos forestales.
Sin
embargo, la comprensión del fenómeno poblacional, complejo de por
sí, incluye además de los anteriores, otros procesos articulados
(patrones de consumo, relación entre géneros, expectativas de
desarrollo, y tendencias culturales) que aglutinados presentan un
conjunto de tendencias interrelacionadas que finalmente impactan
sobre el ambiente. El efecto negativo que tales fenómenos han tenido
sobre el medio ambiente y los recursos de la región está
condicionado por las políticas de desarrollo con las que se ha
operado en esta segunda mitad de siglo en la mayoría de los países
de América Latina; por ende, las alternativas que se produjeran para
revertir el proceso de deterioro socioambiental latinoamericano
debieran considerar esta relación.
POLÍTICAS
Y PROCESOS DE DESARROLLO
Se podrían
contar por decenas las voces que durante las últimas cuatro décadas
han anunciado los proyectos, modelos o políticas de desarrollo para
América Latina. Un continente que se ha catalogado dentro del
archivo de los "subdesarrollados", en esta segunda mitad
del siglo se ha empeñado en dejar tal categorización que se le ha
impuesto, obstinándose, la mayoría de los casos, por desarrollarse
o modernizarse. Así, han desfilado por la pasarela de los proyectos
de desarrollo diversos apellidos para este mismo sustantivo:
Desarrollo por sustitución de importaciones, Desarrollo
estabilizador, Desarrollo compartido, alianza para el Progreso,
Desarrollo con equidad, y así muchos más.
Por otro
lado, a la par del desfile de los diversos proyectos, modelos o
políticas de desarrollo, promovidos por los gobiernos de la región
y en muchas ocasiones diseñados. financiados o presionados desde el
exterior, también se han sucedido variadas corrientes críticas a
los programas de desarrollo.
Se puede
decir que en ambos casos, tanto en el diseño de las políticas de
desarrollo predominantes como en las corrientes críticas a tales
procesos, siempre ha estado permanentemente ausente la consideración
sobre el medio ambiente y el uso sustentable de los recursos. Esto no
es de extrañar ya que, hasta fechas muy recientes, los paradigmas
del desarrollo económico y social consideraban, implícitamente,
irrelevante esa dimensión. De esta forma, en el rejuego de
discusiones y operación de los programas de desarrollo en América
Latina, se dejaban ver los efectos de una teoría económica basada
sobre presupuestos muy problemáticos para el medio ambiente. En los
paradigmas dominantes de la economía, recurrentemente se consideraba
a la naturaleza como una fuente inagotable de recursos dispuestos a
ser extraídos, explotados o transformados por la actividad humana,
para crear riqueza social; y además como un receptorio infinito de
desechos que, los procesos naturales se encargarían de asimilar,
transformar o de alguna forma "digerir", pero que nunca
significaban un elemento a considerar para la economía y los
procesos o programas de desarrollo.
En la
orientación de esta dinámica, donde el criterio fundamental de
éxito lo constituían indicadores como el crecimiento económico,
PIB per cápita, y otros, tanto los recursos naturales como los
efectos poblacionales agresivos no tenían relevancia significativa,
aunque suponían la base material y humana del desarrollo.
Agregándose
a la característica gravemente ecocida de la racionalidad de los
programas de desarrollo latinoamericanos (con escasas y honrosas
excepciones), se encontraba su carácter excesivamente sesgado e
interesado en fomentar la acumulación de capital en el sector
industrial urbano, generando una gran polarización de la población,
y un distorsionado uso de los recursos, tanto por los sectores
favorecidos por el proceso como por los empobrecidos a raíz de él;
aunque no con la misma responsabilidad y sin encontrar el mismo
beneficio por la destrucción ambiental. Así, ha llegado el momento
de declarar la imposibilidad natural y la limitación ética para que
este dinamismo de deterioro ambiental y degradación social continúe.
Proyectado hacia el mediano plazo, la recurrencia de estas tendencias
va a llevar necesaria e inevitablemente a un colapso socioambiental,
como se ilustra en el primer apartado, de consecuencias
irreversibles. Formulado en término más actuales, el proceso de
desarrollo económico y social latinoamericano, la dinámica que
sigue su población y el tipo de uso que se hace de una de las
fuentes de riqueza biológica más importante del mundo es
insustentable.
La búsqueda
de un tipo de desarrollo que pudiera llamarse sustentable, para
Latinoamérica, necesariamente debe involucrarse en esta complejidad.
La idea fundamental del desarrollo sustentable implica una
consideración de los intereses de las generaciones futuras, "es
el tipo de desarrollo que busca satisfacer las necesidades de la
generación presente, sin comprometer la posibilidad de que las
generaciones futuras satisfagan las propias"; pero también
implica una consideración intrageneracional, es decir, que si no se
toma en consideración que la generación presente satisfaga sus
propias necesidades, principalmente la de los más pobres, es
probable que se comprometan los recursos para los ciudadanos futuros.
En América
Latina esto último es fundamental. Sin duda una de las principales
causa del deterioro socioambiental, si no es que la principal, es la
polarización exacerbada de las sociedades de la región. Mientras la
mitigación de la opulencia y la miseria no vaya encontrando
mecanismos efectivos de resolución, será difícil pensar en la
sustentabilidad del continente. Además de los otros muchos problemas
que abre esta crisis. En la actualidad se vienen gestando diversos
mecanismos técnicos, institucionales, organizacionales y académicos
que quieren apuntar hacia la colaboración para el desarrollo
sustentable. Dentro de la gama de estos mecanismos, destaca la
necesidad y la urgencia de mecanismos legales y normativos que acoten
el espacio de degradación socioambiental cada vez más, de manera
que la contaminación y degradación de los recursos se ubique en
márgenes sustentables. En este marco, la ciencia jurídica tiene un
inmenso trabajo por realizar: la filosofía del derecho, la teoría
del derecho, la elaboración de normas y procedimientos concretos que
señalen, desde el ámbito de lo legal el camino a transitar para la
sustentabilidad del desarrollo son un rico campo de crecimiento para
los juristas latinoamericanos. Las posibilidades de un futuro social
y ambiental más equitativo y más amable con nuestra naturaleza,
atraviesan necesariamente este ámbito tan importante.
FUENTES
BIBLIOGRÁFICAS
La
orientación de esta reflexión y las ideas fundamentales de la misma
fueron inspiradas en el trabajo:
"Desarrollo
y Medio Ambiente en América Latina y el Caribe: una visión
evolutiva". Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente, Agencia Española de Cooperación Internacional y
Ministerio de Obras Públicas de la Secretaría General del Medio
Ambiente. 1990. Trabajo elaborado por el Dr. Fernando Tudela, el Dr.
Víctor Manuel Toledo, el Dr. Arsenio Rodríguez y el Dr. Raúl
Brañes.
Asimismo se
consultaron los siguientes trabajos:
"Nuestra
propia Agenda". Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente de
América Latina y el Caribe. 1990
"Ecología y subdesarrollo
en América Latina". Santiago Olivier. Ed. Siglo XXI. 1984.